Moalboal, paraíso bajo el agua

Moalboal es un paraíso para el buceo. Con tu propio equipo y un compresor de aire solo te queda tirarte al mar para disfrutar de jardines espectaculares, y a menos de 200m de la costa, una pared que cae a profundidades que parecen infinitas. Jamás te acabarías esas paredes llenas de huecos, corales, gorgonias y todo tipo de vida. En la misma costa un inmenso banco de sardinas te aguarda para su espectáculo permanente de danza sincronizada, donde puedes participar rodeándote por masas de peces que oscurecen la luz del día al pasar sobre ti. A pocos minutos en barca la isla de Pescador ofrece inmersiones como Cathedral, una chimenea de roca que desciende desde los 17m hasta los 40m.  Y por si todo esto fuera poco, una avioneta hundida a 20m y con fuertes corrientes completa las infinitas posibilidades de buceo en la zona.

Siempre intentamos encontrar centros de buceo pequeñitos, donde el trato es más cercano y personal, y hasta aquí lo habíamos conseguido. En Moalboal todos parecían justo del tipo que no nos gusta: inmersiones abarrotadas de gente, poco trato personal, etc. En el centro que escogimos, Blue Abyss, además de encontrarnos con todo eso, nos sentimos bastante desinformados y desatendidos en todo momento. Preguntas sobre dónde estaba nuestro equipo de alquiler, cuáles serían las inmersiones del día siguiente, o la hora correcta a la que estar en el centro, nunca tenían respuestas claras y parecía no existir un responsable de nada. El instructor que guiaba las inmersiones tenía sin duda rasgos autistas y sus briefings eran tan lamentables y escuetos que no podíamos evitar reírnos. Antes de saltar al agua nos decía que le marcáramos nuestros consumos de aire, pero durante la inmersión pasaba tanto de todo que incluso parecía que evitaba intencionadamente a todos los buzos. Recuerdo estar a dos palmos de su cara para marcarle la reserva de la botella y el tío ni mirarme. Al principio opté por darle pellizcos cuando estaba cerca, pero al final ya decidimos pasar de él y disfrutar de las inmersiones, y sin duda lo hicimos ¡y mucho!

La zona donde estábamos, Panagsama beach, no se parecía en nada a lo que habíamos visto hasta el momento. Las calles llenas de baches sin asfaltar configuraban un pequeño y caótico laberinto creado exclusivamente para resorts de buceo y alojamientos. A pesar de estar a escasos metros de la costa, desde lo que parecía el camino principal no se veía el mar, pues las casas ocupan todo el litoral sin dejar ningún paso hasta que caminando se llega a la zona de restaurantes. Desde allí, puestos de masaje al borde del pequeño muelle marcaban el inicio de un camino que ya permitía mejores vistas del océano y de la isla pescador, así como acceder a lo que antes de un reciente tifón había sido una playa.

En nuestro primer día decidimos no bucear para acabar de curar el resfriado de Sonia, y alquilar una moto a un conductor de trikes del pueblo nos pareció una buena opción. Visitamos una playa de arena blanca cercana llamada whitebeach (cómo se curran aquí los nombres…) y más tarde fuimos al mercado del pueblo para abastecer un poco la nevera de nuestro alojamiento. Queríamos hacer un poco de pan con algo para cenar aquella noche, y como no nos apeteció ponerle pescado seco ni matar una cabra para hacer un bocadillo, decidimos buscar algún supermercado. Para nuestra sorpresa, siguiendo la carretera principal había un centro comercial con su mcdonalds y todo. Al entrar en el supermercado y ver los pasillos ordenados  y limpios, con todo un surtido de productos envasados, Sonia no pudo evitar exclamar que quería quedarse a vivir allí, en el supermercado. Luego ya se le pasó al pegarnos tres cuartos de hora en la cola mientras observábamos la parsimoniosa tarea de hasta 4 empleados por caja, donde una pasaba los productos por el lector, otros dos empaquetaban y embolsaban, y el último miraba que no se escapara ningún paquete de fideos corriendo, o yo que se. Por lo que pude apreciar en esos desesperantes minutos, si un cliente compra 25 bolsitas iguales de un producto, no pueden pasar una y multiplicarlo por 25, sino que han de pasar una a una todas ellas, y con mucha tranquilidad para no descontarse.

Los días siguientes los pasamos buceando y disfrutando de la tranquilidad, de la buena comida en los restaurantes de la zona y de un masaje después de bucear. Aunque esto último, más que disfrutar, fue una pequeña venganza por las atrocidades de los colonos españoles al pueblo filipino, pero ensañándose con nuestras espaldas. Menos mal que Sonia lo pidió «soft».

Nuestro último día nos despedimos con dos buceos no sin antes devolver la moto. Tuve que llevar al conductor de trike que me la alquiló a repostar gasolina para dejarla al mismo nivel al que me la habían dejado. Mientras yo conducía y el se sentaba atrás, no desaprovechó la ocasión para gritar a todos los del pueblo con los que se cruzaba: –He is my driver!! He is my driver!!– que le respondían con risas y saludos.

Nuestro próximo destino nos esperaba: Dumaguete. Pero eso lo explicaremos en nuestro próximo post.

Datos interesantes

01/10/16
Taxi a la estación de autobuses: 100php (2eur) los dos
Autobús a Moalboal: 220php (4,40 eur) los dos
Trike a Panagsama beach: 150php (3eur)
Alojamiento 3 noches con desayuno más 6 inmersiones en Blue Abys Dive Resort: 7700php (154eur) por persona
Alquiler de moto para 4 días: 1600php (32eur) los dos
Cena en Cockonuts Restobar: 640php (12,80eur) los dos

02/10/16
Comida en Pizzeria Michelangelo: 650php (13eur)

03/10/16
Comida en restaurante Pleasure: 715php (14,30eur) los dos
Masaje de 1h full body: 700php (14eur) los dos

04/10/16
Cena en restaurante Cockonuts: 616php (12,32eur)

1 Reply to "Moalboal, paraíso bajo el agua"

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    pcontreras 10/10/2016 (13:48)

    Desde luego la foto que habéis colgado es impresionante, que colorido !!