Hoy decimos adi\u00f3s a Port Barton mientras viajamos por un camino de cabras, en una furgoneta de 12 plazas embutida con 18 personas. La banda sonora es una ecl\u00e9ctica mezcla entre los 50 mejores hits pachangueros de los 90, grandes \u00e9xitos de Xuxa y Georgie Dan versionado por una\u00a0 <\/span>filipina. A mi lado, una ni\u00f1ita vomita en una bolsa verde que sujeta su abuela. Cuando para, observo al precioso y fr\u00e1gil angelito de ojos rasgados que se han clavado en m\u00ed, y me dan ganas de llev\u00e1rmela conmigo. No consigo aguantarle la mirada y sonr\u00edo mientras ofrezco agua a su abuela.<\/p>\n Tong Tong podr\u00eda ser el nombre de una bebida refrescante con guaran\u00e1, pero es el nombre de la primera cara que vimos al bajar de la furgo que nos llev\u00f3 a Port Barton. Bajito, moreno y de nariz chata ser\u00eda descripci\u00f3n suficiente en cualquier otro sitio, pero aqu\u00ed es como hablar de un tipo gordo en un campeonato de Sumo.<\/p>\n Como tantos otros, Tong Tong se busca la vida ofreciendo cualquier cosa a los viajeros que aterrizan por el pueblo, como una especie de agente de viajes a pie de calle, pero el caso es que al llegar nosotros, \u00e9l era el \u00fanico que estaba por ah\u00ed. Al presentarse, sin embargo, nos dijo que se llamaba Tommy, supongo que porque todav\u00eda no nos ten\u00eda \u00abconfi\u00bb,\u00a0 <\/span>o porque prefiri\u00f3 usar su nombre art\u00edstico, ya que como descubrimos m\u00e1s adelante estaba hecho todo un \u00abartista\u00bb, un crack, o como decimos ahora, un puto jefe.<\/p>\n Un bonito colegio con una grand\u00edsima y verde zona de recreo rodeada por barracones hac\u00eda de estaci\u00f3n de vans improvisada, justo en frente de la pista de baloncesto.<\/p>\n Port Barton huele a pueblo de los de antes y a selva; a gallinas y a cocoteros, a barro en los caminos y a brisa de mar. Cuesta encajarlo dentro de ninguna calificaci\u00f3n y a la vez toma un poco de cada una: pueblo tur\u00edstico pero tremendamente rural, subdesarrollado (solo hay electricidad de las 18 a las\u00a024h)\u00a0pero con alojamientos bien preparados y bonitos, peque\u00f1o pero siempre activo; ni\u00f1os que van y vienen del colegio, alguna moto, colmados abiertos, y hombres como Tong\u00a0Tong que de tanto en tanto te ofrecen island hopping o un viaje a El Nido\u00a0o Puerto\u00a0Princesa.<\/p>\n Despu\u00e9s de que Tong Tong nos llevara a un par de alojamientos nos debat\u00edamos entre la habitaci\u00f3n chula con lavabo chulo pero sin acceso directo a playa, y la habitaci\u00f3n cutrilla con lavabo cutrillo pero con lo que t\u00e9cnicamente podr\u00edamos denominar como \u00aba tres zancadas de un barrigazo en el mar\u00bb.\u00a0 <\/span>Nos decidimos esta vez por la primera opci\u00f3n por una simple cuesti\u00f3n higi\u00e9nico-pr\u00e1ctica. Podr\u00edamos decir que en esta ocasi\u00f3n habl\u00f3 nuestra diarrea y sus ganas de sentarse en un bonito y blanco v\u00e1ter, en lugar de nuestras ganas de desparrame playero.<\/p>\n Esa tarde decidimos descansar y recuperarnos en nuestra habitaci\u00f3n tumbados en la cama, mientras escuch\u00e1bamos los sonidos del pueblo: la orquesta infantil del cole practicando al aire libre y m\u00e1s tarde, mel\u00f3dicas campanas de una iglesia cercana se mezclaban con el sonido de un \u00f3rgano y los rezos de los feligreses, que en ese extra\u00f1o idioma no podr\u00eda distinguir si eran\u00a0 <\/span>plegarias cat\u00f3licas o invocaciones sat\u00e1nicas.<\/p>\n A la ma\u00f1ana siguiente y sin prop\u00f3sito predefinido, salimos al pueblo para poco m\u00e1s tarde descubrir una de las habilidades de Tong Tong: el don de la ubicuidad. Durante nuestra estancia dio igual si est\u00e1bamos comiendo en un antro escondido, callejeando o en la playa, siempre que quer\u00eda ofrecernos algo o comunicarnos alg\u00fan cambio, nos encontraba sin dificultad. Y no porque nos fuera siguiendo…Nuestra teor\u00eda es que ten\u00eda una red de informadores por el pueblo a los que solo ten\u00eda que preguntar \u00abdonde est\u00e1n mis turistas?\u00bb.<\/p>\n Decidimos ir a white beach, una playa a una hora de camino del pueblo, y Tong Tong nos propuso llevarnos en barca, lo que nos pareci\u00f3 una buen\u00edsima idea para ahorrarnos la caminata. Lo acompa\u00f1amos a la playa, m\u00e1s all\u00e1 de los hostales y caba\u00f1as, donde ten\u00eda su peque\u00f1a barquita. Despu\u00e9s de poner gasolina con una botella pl\u00e1stica, salimos a la mar, no sin antes percatarnos de que no ten\u00eda ni un triste remo, as\u00ed que se sent\u00f3 en un extremo y fue chapoteando con los pies hasta dirigir la barca en la direcci\u00f3n correcta.<\/p>\n Pasamos 3 horas fant\u00e1sticas en una playa preciosa para nosotros solos. Whitebeach ya no es la playa virgen que hasta hace poco fue, ya que un peque\u00f1o resort, que est\u00e1 cerrado en estas fechas, ocupa parte de los cocoteros en una zona de la playa. Eso nos permiti\u00f3 disfrutar de las hamacas de mimbre y del toldo de paja mientras com\u00edamos mirando al mar.<\/p>\n Tong Tong\u00a0 <\/span>apareci\u00f3 por el horizonte a la hora acordada, recogimos todo y nos subimos a la barquita. Cuando est\u00e1bamos a unos quinientos metros de la costa nuestro simp\u00e1tico barquero exclam\u00f3 entre risas–little gasoline!– y yo le segu\u00ed el rollo al chiste con unas risas, pensando que era fruto del peculiar sentido del humor filipino. No pas\u00f3 ni un minuto que el motor se par\u00f3. Tong Tong se re\u00eda mientras repet\u00eda– No\u00a0gasoline!– y Sonia y yo nos empezamos a reir pensando — \u00a1ser\u00e1 cabrito el t\u00edo!–. Siguiendo con el festival del humor, el barquero cachondo solt\u00f3 entre risas: — No paddle! No paddle! — record\u00e1ndonos que no ten\u00eda un pu\u00f1etero remo. As\u00ed pues, el tipo va y coge una ca\u00f1a del grosor de mi dedo gordo y se pone a remar a la orilla, y nosotros viendo que aquello no avanzaba ni como para llegar al desayuno del d\u00eda siguiente, cogemos nuestras chanclas y empezamos a remar mientras nos descojon\u00e1bamos\u00a0 <\/span>con lo absurdo de la situaci\u00f3n.\u00a0 <\/span>Aunque parezca incre\u00edble, llegamos a la costa a base de chancletazos y esperamos all\u00ed mientras \u00e9l iba a buscar gasolina, para finalmente devolvernos sanos y salvos a la playa de Port Barton.<\/p>\n Al d\u00eda siguiente fuimos a bucear con Aquaholics, un peque\u00f1o centro de buceo regentado por brit\u00e1nicos. Martin, el instructor de Manchester, nos estuvo amenizando el desplazamiento a los puntos de buceo con un mont\u00f3n de historias personales de su vida en Port Barton. El barco, Martin, un divemaster y la tripulaci\u00f3n estaban exclusivamente para nosotros y un chico de California muy agradable.<\/p>\n Hicimos 3 inmersiones: Un pecio, un arrecife y una en b\u00fasqueda de manat\u00edes que desgraciadamente no aparecieron. Por lo visto, pescadores de la zona los hab\u00edan visto recientemente, pero ninguno de los all\u00ed presentes hab\u00eda coincidido nunca con ninguno, por lo que las probabilidades eran realmente bajas.\u00a0El buceo, aunque bueno, no es tan bueno como en el Nido o Cor\u00f3n, sin embargo estamos muy contentos de haber conocido un lugar tan aut\u00e9ntico y rural, que muy probablemente dejar\u00e1 de serlo en poco tiempo, posiblemente en cuanto acaben la carretera.<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":" Hoy decimos adi\u00f3s a Port Barton mientras viajamos por un camino de cabras, en una furgoneta de 12 plazas embutida con 18 personas. 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