No hay nada como un ba\u00f1o de contrastes para sacudirte el cerebro y descolocarte por completo. En pocas horas pasamos de\u00a0 <\/span>estar convencidos de que no necesit\u00e1bamos m\u00e1s que un par de chanclas y un ba\u00f1ador para ser felices, a desear todas y cada una de las cosas preciosas que ve\u00edamos por los suntuosos escaparates de los incontables centros comerciales de Singapur; de fotografiar a un ni\u00f1o sin calzoncillos en medio de la selva, a sumergirnos en un mar de chinos vestidos a la \u00faltima moda con las marcas m\u00e1s caras; de no tener un cajero en 3 horas a la redonda, a cruzarnos con siete super tiendas louis vuitton en una hora de paseo.<\/p>\n

Todo en Singapur es apetecible, todo entra por los ojos: cientos de comidas diferentes, tiendas de todo lo que puedas imaginar, todas las marcas que conoces y muchas m\u00e1s. El lujo, el dise\u00f1o, los colores, las luces, los espacios, todo brilla y huele a nuevo.<\/p>\n

Ante tal despliegue de modernidad futurista, de rascacielos imponentes, de eficacia urban\u00edstica, uno se siente como un cateto asombr\u00e1ndose hasta por el sonido de pistola l\u00e1ser que hacen los sem\u00e1foros de peatones.<\/p>\n

Ni las pir\u00e1mides, ni las catedrales, ni las mezquitas pueden igualar el lujo y las colosales dimensiones de los templos de la religi\u00f3n contempor\u00e1nea, los centros\u00a0 <\/span>comerciales. Imponentes desde la superficie, se extienden tambi\u00e9n por el subsuelo ocupando estaciones y conexiones de metro como las ra\u00edces de un ficus.<\/p>\n

Antes de acabar el trayecto nocturno en taxi que nos llev\u00f3 del aeropuerto a nuestro hotel ya quer\u00edamos quedarnos a vivir all\u00ed. Las luces de los rascacielos nos hicieron olvidar por un momento la amabilidad de los filipinos, y el hecho de que jam\u00e1s nos sentimos perdidos all\u00ed. A cualquier hora que llegases al m\u00e1s rec\u00f3ndito pueblo te esperaba un conductor de trike o de taxi deseando llevarte a cualquiera que fuera tu destino. Ahora los ‘where are you going Sr.?’ se transforman en informativos pero fr\u00edos letreros luminosos que indican direcciones y estaciones. Los taxistas ya no entablan conversaciones, ni te explican que est\u00e1n casados y tienen una ni\u00f1a. Es el precio de las grandes y modernas urbes. Ese, y el econ\u00f3mico, claro est\u00e1. El mejor hotel al que pudimos acceder con nuestro limitado presupuesto era del tipo ‘c\u00e1psulas’. Como que el metro cuadrado es caro, los hoteles baratos en Singapur se estructuran apilando cajas con camas dentro, como los nichos de los cementerios, pero con algo m\u00e1s de glamour. Pagando un poquito m\u00e1s pudimos conseguir un poco m\u00e1s de intimidad con una puerta privada, que aunque garantizaba un espacio min\u00fasculo de uso exclusivo junto a nuestra cama, no nos libraba de los sonidos de la noche, que en este estrecho contexto se concretaban en ronquidos, ventosidades y alarmas de m\u00f3vil. Incomodidades aparte, la experiencia fue satisfactoria gracias a que todo estaba tremendamente limpio, nuevo, la cama era comod\u00edsima y el desayuno rico. Durante los 3 d\u00edas que pasamos en Singapur, caminamos 40km, comimos como si no hubiera un ma\u00f1ana, nos maravillamos con vistas impresionantes y vivimos historias surrealistas. Pero todo ello se merece un post que desgrane el detalle de esas intensas horas.<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"

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