Después del magnífico día de ayer, estábamos deseando volver a sumergirnos y adentrarnos en más barcos hundidos. Solo podríamos hacer 2 inmersiones esta vez, ya que la localización de éstas era bastante más lejana. En la primera usaríamos Nitrox para poder alargar la inmersión, ya que en ésta la profundidad media era mayor que en las anteriores. Esta vez tendríamos nuestros propios reguladores, ordenadores de buceo ¡y nuestra cámara!. La sorpresa fue mía al encenderla ya en el barco y descubrir que la batería estaba al mínimo. No entiendo como pudo descargarse si la había cargado en España…
Así pues nos lanzamos al agua esperando que mi cámara durase al menos para hacer alguna foto o vídeo donde captar algo de lo que vivimos el día anterior, pero al empezar a grabar un caballito de mar en el exterior del pecio, se apagó. He de decir sin embargo, que aunque me fastidia no poder ilustrar este post con imágenes y videos, sin duda me permitió disfrutar plenamente de la experiencia. Algo se pierde de todo lo que pasa a tu al rededor cuando miras a través de una cámara de fotos.
Existen dos tipos de estrés: uno que te angustia, y que si no detienes a tiempo se transforma en pánico, y otro que te hace estar alerta para poder sobrellevar una adversidad y finalmente superarte. A veces la frontera entre ambos es una delgada línea que es fácil traspasar. Solo el control mental y la experiencia pueden marcar la diferencia entre estar a un lado o al otro de la misma. Adentrarte en un barco hundido a 30 metros de profundidad, por una cavidad estrecha, sabiendo que una vez dentro la vía más rápida a la superficie no es aletear hacia arriba, sino que es posible que debas retroceder o avanzar varios metros hasta salir, puede parecer una extraña manera de ponerte en riesgo. Sin embargo, mantener el control en estos momentos, puede ser la única condición capaz de alejarte de un vivencia angustiante, que incluso ponga en riesgo tu vida, para disfrutar de una experiencia maravillosa e inolvidable. Afortunadamente, mientras estás bajo control, todos esos miedos se olvidan rápidamente, y te dedicas únicamente a disfrutar de un momento onírico casi irreal, donde cada bodega parece un escenario de un videojuego, donde flotas entre diferentes pisos de un barco, entre haces de luz que iluminan de una manera espectral todas las estancias. Salas de máquinas que parecen detenidas en el tiempo, escaleras, timones, grúas gigantescas, ametralladoras, e incluso una plancha olvidada en una de las habitaciones, desbocan tu imaginación y te sitúan décadas atrás, en un tiempo de guerra junto al ejército japonés. Y lo que acaba por transformarlo todo en un sueño irreal es la presencia junto a todos estos elementos de grandes corales e infinidad de especies de peces, nudibranquios y crustáceos imposibles de enumerar. Los escenarios de hoy han sido los pecios de Akitsushima y Taiei Maru (Okikawa).
Mientras abandonábamos la ciudad de Corón al atardecer, pensaba en si volvería a vivir estas maravillosas inmersiones alguna vez. Sin duda, aunque no han quedado registradas en mi cámara, si han quedado grabadas a fuego en mi memoria. Esta vez, decidimos alejarnos de la civilización y pasar un par de noches en unas cabañas en la jungla, pero eso formará parte de nuestra siguiente entrada…
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