Se dice que «Barcelona bona si la bossa sona». Será que en Nueva York regalan cajas de donuts y en Madrid te reciben con un bocadillo de calamares. Las ciudades grandes y modernas son caras, sin embargo en Singapur puedes comer muy bien por poco dinero.
Nada más llegar nos metimos en el único restaurante que seguía abierto, ya que la mayoría cierran antes de las diez, y cenamos por solo 10€ los dos. Después de la monotonía culinaria de Filipinas aquellos platos orientales, elegidos casi a ciegas por no entender la carta, nos supieron a gloria. Por supuesto, hay opciones para todos los bolsillos y restaurantes de super lujo, pero no es nada difícil degustar auténticas delicias por menos de lo que cuestan unas bravas, siempre que te guste la comida asiática y que estés dispuesto a soportar un poco de picante de tanto en tanto.
Para nuestro primer día teníamos la opción de visitar la zona moderna de Marina Bay, o Little India y Chinatown. Puestos a experimentar contrastes respecto a Filipinas nos decidimos por la primera opción. Y vaya si los experimentamos…
Solo salir del hotel y caminar hacia la estación de metro más cercana nos dejó asombrados con los rascacielos, las calles impolutas, los pasos elevados para casi todos los cruces de peatones, los grandes centros comerciales en casi cada estación de metro, y la gente vistiendo a la última moda. Nada de indigentes, ni yonkis, ni borrachos, ni gente con malas pintas. Singapur es un país estricto, a veces tildado de autoritario, donde existe la pena de muerte y los castigos físicos como los azotes con varas de bambú. Sin llegar a esos extremos solo por comer en el metro o tirar basura al suelo las sanciones son muy elevadas. Nos parezcan bien o no los métodos, los resultados son innegables. A nosotros nos sirvió para estar todo el día con la coña de –¡no toques eso o te azotarán con el bambú!–, o –No hagas eso que he visto a un poli con unas varas–.
Orchard road es la calle principal de centros comerciales. Los hay de super lujo y más normales, pero todos inmensos y resplandecientes. Es tan grande la calle y hay tantos centros y tantas plantas que cuando ya habíamos visitado cuatro o cinco nos cansamos. Además, no llegamos a entender la finalidad de que en cuatro o cinco centros consecutivos hubieran en todos ellos supertiendas de Louis Vuitton, Channel, Gucci, Prada, Dolce & Gabbana, Tiffany&Co y Victoria Secret.
Muchos también disponen de plantas enteras de «health and medical services» donde se ofrecen servicios médicos, estéticos y dentales. Vamos, que entras por una puerta y sales por la otra con un bolso de Gucci, unos zapatos de Prada, un lifting y unas tetas nuevas. Un completo de chapa y pintura.
Después de comer en un restaurante indonesio riquísimo por menos de 10€, nos dirigimos a Marina Bay, la zona más nueva de Singapur.
Un centro de convenciones, un centro comercial y un casino que dicen que factura más que todos los casinos de las Vegas juntos–aunque me cuesta mucho creerlo–, se comunican en un gran complejo con el espectacular hotel Marina Bay Sands, y un poco más apartado con los Gardens on the Bay. Con tantas galerías, edificios y gigantescas estancias cuesta hasta orientarse y saber cómo hacer para ir al edificio que está al otro lado de la calle, pues tienes que bajar escaleras mecánicas por el centro comercial, caminar junto al canal de agua artificial subterráneo y volver a subir, ahora ya dentro del hotel que parece una lujosa terminal de aeropuerto.
Pasear por los jardines de Gardens on the Bay podría llevarte un día entero. Lagos artificiales, puentes y estructuras metálicas con formas de plantas desde donde disfrutar de vistas panorámicas, diferentes zonas de vegetación y árboles tropicales y museos de pago conforman una zona desde donde se observa el omnipresente edificio Marina Bay Sands, formado por tres torres de 250m de altura y una plataforma elevada que une las tres torres. Dicha plataforma (Sands Sky Park) contiene la piscina infinity más grande del mundo.
Ya al atardecer, subimos al Sands Sky Park, sin tener ni idea de que íbamos a alucinar con las vistas más espectaculares de ninguna ciudad que hayamos visto jamás. Ni Nueva York, ni París, ni San Francisco, ni los Ángeles, ni las Vegas, han conseguido impresionarme tanto con una vista panorámica como Singapur. Estuvimos horas contemplando primero el atardecer, y luego el espectáculo de luces que ofrece el skyline nocturno, mientras nos preguntábamos cómo el ser humano es capaz de hacer algo tan grandioso y hermoso al mismo tiempo.
Después de una falsa alarma de incendio a las 3 de la mañana con bomberos y todo, lo último que esperábamos a la mañana siguiente era encontrarnos el comedor lleno de catalanes. Ni más ni menos que la colla castellera dels minyons de Terrassa, en un viaje de exhibición para un salón turístico en Singapur, fueron a parar justamente a nuestro hotel. Después de un mes fuera de casa se nos hizo raro y a la vez tremendamente familiar volver a conversar en catalán.
Ese día lo pasamos entre los mercados, templos y centros comerciales de pasillos estrechos y abarrotados de productos de Little India, y las calles llenas de puestos de souvenirs, restaurantes y templos de Chinatown. Nuestra preferencia tanto por la organización, lo pintoresco del lugar y la comida, fue Chinatown.
Y como zona de ambiente, pubs, música en directo y restaurantes donde cenar al lado de unas vistas fantásticas de la bahía, la zona de Clark Quay merece mucho la pena, aunque los precios son bastante más elevados que en otras zonas.
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